
Personas que te traicionan, que simplemente se van (a veces sin motivo alguno) o te la clavan por la espalda.
Lágrimas, paquetes de pañuelos gastados uno tras otro cuando algo nos duele de verdad.
Enfermedades, algunas incurables, que casi son peores cuando cogen a alguien que quieres que cuando te cogen a ti mismo.
Se dice que estas cosas pasan para hacernos más fuertes, pero, en cambio, muchas consiguen que nos debilitemos, que pasemos a ver el vaso medio vacío, que nuestro gris permanente se vuelva negro.
La muerte, esa gran incógnita de la vida (la vida, qué irónico), la cual nadie sabe despejar. No sabes qué hay después, no sabes cómo llegarás a ella, no sabes si sufrirás, y si sufres, tampoco cuánto. Dejarás de ver a todas las personas que amas, dejarás de tocarlas, de sentirlas, de hablarlas. De reír con ellas, de contarle tus historias, tus motivaciones, tus deseos. Todo eso se acabará para siempre.
Y dime, ¿a cuál tienes más miedo?