lunes, 1 de abril de 2013

Vivir, sentir, morir, existir.


Presente ausente.
La suma de uno más uno, más uno, más uno, con los años da 10.
Estar sin estar.
Hablar sin responder, con la sapiencia que se esta escuchando,
que las palabras no quedan en la nada.
Un limbo misterioso, un espacio atemporal,
una línea entre el aquí y el allá,
que simplemente se describe como un más allá.

Mármol y cincel letra por letra.
Placas, formas y diseños.
Qué más da.
Si no se está.

Una semana exactamente igual, pero totalmente diferente.
Cronograma, cuenta regresiva, las aspas del reloj, todo en tiempo real.
Todo es igual, pero es distinto.
Todo cambió, pero está igual.
¿Qué es lo que permanece constante?
Si la constancia dejó de estar.

Si el ayer se hace hoy,
y probablemente, será el hoy y el ayer,
quienes vuelvan como siempre,
como cada septiembre, al mañana.

No lo puedo preveer,
pero soy consciente de que tampoco lo puedo contener.
No lo llamo, pero tampoco le niego el paso.
El algo que en medio del todo, entre el mucho y el poco,
no tiene espacio en el olvido.

Lo que llega, llega, cuando tiene que llegar.
No antes.
No después.
Llega sin una explicación, al menos,
no una entendible en ese momento o quizá nunca,
pero llega por una razón.
¿Cuál? No la se, aún no dispongo de una base de datos que satisfaga la necesidad de conocimiento de la humanidad, en todo caso no quiero ser albacea de tanto poder.

Solo quiero.
Ser.
Estar.
Entrar.

Y sí, ya lo sé también, ya soy, ya estoy, ya entré.
Pero hoy no se trata de mí.
Hoy estoy en el ayer, hasta que llegue mañana,
para volver al hoy, dejando de lado el ayer,
hasta un nuevo septiembre.

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